lunes, 8 de junio de 2009

KATIA, LA NOVIA DE CHILE, HA MUERTO

RECORDANDO A KATIA DESDE TARRAGONA, CATALUÑA, ESPAÑA

A mediados de mayo de 2009, nos llegaba la noticia de algo consustancial a la propia vida: la muerte. Algo que nunca deja de sorprendernos y de impactarnos, sobre todo cuando la persona ha formado, por esos avatares de la vida, parte de nuestra propia existencia.

Se nos fue Katia [Ekaterina Olievskaya, 1916-2009] la penetrante e inolvidable voz de aquellos programas combativos que ilusionaron al mundo y creaban luz allá donde se había instalado una barrera de la sinrazón, de la barbarie del hombre que parece no tener límites en sus aberraciones a poco que la situación se muestre propicia. Fueron años duros, pero maravillosos los que vivimos a finales de los setenta y los ochenta donde casi 100 países hablaban al mundo en español en la onda corta; una de esas voces era precisamente la de Katia que nos abandonó a los 92 años.

Ella era la voz insustituible de un programa clásico de la onda corta “Escucha Chile” [aunque no era el único programa que salía desde Moscú para los chilenos, también se podía oír Radio Magallanes y varias estaciones más lo hacían en español, entre ellas Radio Moscú y Radio Paz y Progreso, La Voz de la Opinión Pública Soviética]. Noche tras noche nos entregaba, desde su atalaya, uno de los mejores productos de su tiempo. Yo, como español, sólo tengo uno al que casi igualó: “España vista desde el extranjero, una crónica de lo que sobre España dice la prensa internacional que, desde la BBC de Londres, realizaba Jorge Marín [otro histórico de la radio que se nos fue y que empleaba este seudónimo].

Katia había nacido en Ucrania y su infancia le acabó llevando a México en donde aprendió la lengua de Cervantes con un estilo, una dulzura, que nunca perdería a pesar de que en los treinta regresó a Kiev y entró a trabajar con INTOURIST, la agencia oficial de turismo soviética que me trató maravillosamente cuando viajé a la entonces URSS [1981] como ganador del premio “gordo” de Radio Moscú. Conocí Kiev, Tallin, Leningrado y Moscú. Por supuesto, en aquel viaje también platiqué largamente con grandes nombres de las emisiones en español, entre ellos el mítico Luis Cecchini [el primer locutor que procedía de los sindicatos ferroviarios argentinos, él inauguró los servicios en español de Radio Moscú el 1 de agosto de 1932 y estuvo frente a los micrófonos hasta los 80 años] y Katia, que se incorporó en 1935, tenía entonces 19 años, fueron los profesionales que más me impactaron, durante décadas se convirtieron en un dúo radial inseparable que por méritos propios forjaron su propia leyenda en el mundo de la radiodifusión internacional. Después vendrían otras voces y otros encuentros, unas veces en la Embajada en Madrid, otras en Barcelona. Fueron tiempos de cambios que transformaron al mundo, los que condujeron hasta lo que hoy conocemos y en donde los oportunistas, a nivel planetario, aprovecharon y especularon con todo y... ¡Así nos va!

Katia, la voz de la solidaridad, la voz de tantos chilenos, de tantos y tantos seres comprometidos, se apagó para siempre en Israel, su última residencia. Allí marchó junto a su hija Marina tras la caída del telón de acero ante las perspectivas que tomaba el nuevo orden de cosas [no quería volver a revivir el acoso a los judíos, ella lo era y en la II Guerra Mundial fue un pueblo que tampoco escapó a las persecuciones en el territorio ruso y se les desplazó a una región autónoma en el Lejano Oriente; una vez más ella misma se veía obligada a recorrer el camino tantas veces trillado a través del éter: el exilio].

Katia -como ya escribí en un opúsculo de finales de los ochenta sobre el mundo de la radiodifusión clandestina- no pudo entrar en Chile en 1989 y tuvo que conformarse con llegar hasta Mendoza (Argentina) a donde se desplazaron muchos chilenos para rendirle homenaje y hacerla partícipe del agradecimiento por su entrega a la causa solidaria. En 1994 logró encontrarse con los chilenos que la agasajaron [aunque también pasó desapercibida por las autoridades, democráticas ya, que prácticamente la ignoraron]. En el fragor de la dictadura ella era la vela que los iluminaba y, a miles de oyentes de otras latitudes, nos hizo amar decenas de músicos, escritores, historiadores, hombres de toda condición, a través del maravilloso mundo de la onda corta. Entre otros estaba el inigualable Víctor Jara, La Voz de la Conciencia para la dictadura y el célebre Canto General que Teodorakis convirtió en uno de los estandartes de la libertad. Tanto es así que la dictadura montó una emisora de onda corta potentísima -actual Voz Cristiana- para tratar de contrarrestar su periodismo honesto, comprometido y combatiente. Eduardo Frei, que fue presidente de Chile, declaró al visitar los estudios en donde se grababa el programa: “Radio Moscú pasó a ser parte de nuestra historia”, o las de Ricardo Lagos “Escucha Chile mantenía las esperanzas de nuestro pueblo de recuperar la libertad”.

En nuestra opinión, Katia gozó de una imparcialidad que en la distancia se acabó consolidando, sobre todo cuando al día siguiente te entretenías en buscar en la prensa española [lo que en la época nos hizo sospechar que algunos periodistas en realidad se alimentaban de Escucha Chile, pero sin decirlo] o los boletines informativos que noche tras noche escuchaba a través de la BBC, RFI, DW o RNW. Fue esta confrontación de fuentes la que hizo que su mensaje tuviera un valor incalculable y engrandeciera su compromiso. Nada extraño que el General Pinochet le prohibiera la entrada en el país y los chilenos tuvieran que atravesar la cordillera para poder encontrarse con una de las voces más queridas por todos los chilenos tanto fuera como en la diáspora.

Fueron tiempos duros, los españoles ya no teníamos “La Pirenaica”!, la clandestina vasca no siempre llegaba en sus transmisiones generadas desde Venezuela y sí teníamos la potentísima Voz de Canarias Libre en onda larga, media y corta que emitía desde Argel hasta que el Gobierno Español de la época consiguió negociar con los argelinos y la hicieron callar. Algo que sucedió con otras estaciones internacionales en las que la política era la gran aliada del momento y aquellos que la habían utilizado para sus fines, fueron los primeros que comenzaron su lento, pero paulatino desmantelamiento. Hoy, dicen, somos más demócratas, pero la realidad es que se han acallado demasiadas voces para siempre y el panorama radial es desolador, se parece como a la mayoría de cabeceras de la prensa española: leído un diario, leído todos. ¡Así somos aquí de originales! Sólo unos pocos países siguen manteniendo su buen equipo y hacen que la radio internacional no haya muerto y ojalá no se dejen seducir por los “maquiavélicos políticos” de turno para cerrarles la boca.

Los chilenos contaban con ESCUCHA CHILE días después del golpe en septiembre de 1973, estuvo en el aire durante casi 17 años y Katia fue una de las mejores, y más amables, de todas las voces de la onda corta de aquellos tiempos a través de los potentísimos transmisores de Radio Moscú; los periodistas de muchos diarios hispanos también bebían de los excelentes espacios de Radio Berlín Internacional o Radio Argel, menos combativos, pero de gran impacto para la audiencia chilena y, sobre todo, contra la dictadura.

Evidentemente, junto a Katia, trabajaban chilenos exiliados -prácticamente todas las estaciones de radio de aquella época en Europa incorporaron voces de la diáspora- que lo hacían con nombres supuestos para evitar los tentáculos de la tenebrosa DINA, entre otros René Largo Farías, José Miguel Varas, José Secal, etc. Otros nombres famosos hicieron lo imposible y enviaban sus crónicas desde el mismo Chile por los más variados conductos, algunos lograron evadir el cerco y llegaron hasta Europa, sería el caso de Eduardo Labarca, Rolando Carrasco [que estuvo concentrado en Chacabuco, narra en su libro “Prigué” cómo los presos oían Radio Moscú con un receptor que tenían escondido bajo una manta, giraban el dial en el silencio de la noche buscando la voz de Katia, Carrasco consiguió escapar y llegó hasta Moscú en donde se encontró con la incombustible dama y con ella trabajó ante los mismos micrófonos que cada noche les llevaba esperanza a los chilenos, pero especialmente a los encarcelados], Marcel Garcés, etc.

Cuando estuvimos en Moscú conocimos algunos y chileno era Pancho Rodríguez [otro nombre supuesto, en realidad Juan Patricio Cortés Jacome que acabaría siendo funcionario de la Embajada de Chile en Moscú] que sustituyó a Manolo de la Rosa al frente del inolvidable Frecuencia RM hasta que desapareció el año pasado, justo cuando celebraban las 1.000 emisiones de ese faro para los diexistas y radioescuchas de todo el mundo de habla hispana.

Escucha Chile salió durante más de tres lustros al aire, tres horas diarias de una buena tarea investigadora y combativa que hizo mucho daño a la dictadura y los que lo duden sólo tienen que visitar las hemerotecas de la época, los discursos de Chile ante la ONU, las declaraciones de Patricio Carvajal (Ministro de Asuntos Exteriores, declaró: “RAdio Moscú con Escucha Chile nos causa más daño del que puede hacernos el mundo entero”, si quieren memoria vivan vayan a los archivos sonoros de la emisora y tendrán nombres y apellidos de prácticamente todos los que en aquellos momentos realizaron las inenarrables tropelías). Para mí lo mejor de todo fue el trabajo recopilatorio de Valia [Volodia Teitelboim] que publicó “Noches de Radio. Escucha Chile. Una voz desde lejos”, donde condensó más de quince años de radio hablada y hoy es un clásico como para muchos españoles representa la historia de “Radio España Independiente, Estación Pirenaica, la única emisora española sin censura de Franco”, como le encantaba identificarse.

Incluso el grupo Quilapayún creó una canción para la “Primera de Chile” que en realidad era Radio Moscú, nombre con el que clandestinamente se conocía en el país a la emisora soviética; la canción “Igual que tú, yo escucho Radio Moscú” una de las pocas que hablan de la radiodifusión internacional en la onda corta. Tras la caída del régimen chileno, el programa sería clausurado en 1990, casi 17 años después del golpe militar y muchos de los periodistas que estuvieron al frente de ESCUCHA CHILE fueron acreedores de la Orden de la Amistad de los Pueblos que en aquella época concedían las autoridades soviéticas.

Descansa en paz Katia, pero los chilenos (y muchos otros pueblos) te tienen en sus corazones y ese es el maravilloso legado que grabaste para siempre con esa inconfundible e inigualable voz que tanta confianza y serenidad nos daba en las oscuras noches de una de las etapas más terribles de la historia reciente de Chile. Tu semilla sigue viva y tus oyentes nunca te olvidarán.

JUAN FRANCO CRESPO

lacandon999@yahoo.es

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